Experimentos, enterramientos -¿y exhumaciones?- en la planificación e imaginación amazónica.

Experiments, burials -and exhumations?- in Amazonian planning and imagination.

Ana María Durán Calisto. En la geología de América del Sur, la cordillera de los Andes cambia de forma a medida que avanza. En Venezuela, gira y sigue siendo ancha, aunque no tanto como en el sur. En Colombia, todavía mantiene su amplitud, pero al llegar a la zona ecuatorial se afina, como una tira. Luego, en Perú, vuelve a ensancharse y se convierte en un macizo, que en Bolivia crece aún más, casi como un macropuño. Más al sur, en Chile, ya toma su forma más reconocible: una columna vertebral bien definida. Los Andes del norte son más antiguos; los del sur, más jóvenes. Por eso, en Colombia están más erosionados y tienen formas más suaves; han tenido más tiempo para desgastarse. En cambio, hacia el sur, los Andes se vuelven más jóvenes, abruptos y encrespados. La primera vez que fui a Perú, eso me impactó mucho.

¿Por qué hablo de esto? Porque en nuestro continente existe una conexión profunda entre la costa, la sierra y la Amazonía, y eso es algo clave para mis análisis. Pensar la Amazonía como un bioma separado de los Andes, el Macizo de las Guayanas y el Macizo de Brasil no refleja la realidad. Todos son increíblemente diversos. Quito, mi ciudad, ha sido un importante umbral entre los Andes y la Amazonía, y ha sido crucial en la historia de cómo se han pensado las relaciones transversales en América del Sur.

La obsesión europea por el control amazónico inicia con los rumores de que existían reinos tan ricos en oro como el Tawantinsuyo —o aún más— al oriente del reino de los Incas. Los mitos que han definido la relación de “Occidente” con el bioma que hoy llamamos “Amazonía” no empezaron necesariamente con la primera expedición castellana a esta región —la de Francisco de Orellana entre 1541 y 1542—, pero sí fue con esta expedición que se cimentaron varios de esos mitos que han marcado esa relación: el del Dorado, el del País de la Canela, o el de las mujeres guerreras e inconquistables. Fue una expedición que quedó registrada en la crónica del fray dominico Gaspar de Carvajal, y que terminó funcionando como estímulo para otras incursiones. Por ejemplo, la de Pedro de Ursúa, entre 1560 y 1561; o la de dos legos franciscanos que bajaron el Amazonas entre 1635 y 1637, y que luego regresaron a Quito desde San Luis de Marañón con la expedición del capitán mayor Pedro Tejeira —o Teixeira— en 1638. También está la expedición de retorno, desde Quito hasta Pará, que acompañó el jesuita Cristóbal de Acuña. Él escribió una crónica muy detallada que después sirvió de base para desplegar la Misión de Maynas e intentar consolidar la presencia castellana en la región.

Los jesuitas son interesantes porque siempre se los enviaba a las geografías más extremas. Donde no lograban entrar los soldados españoles o portugueses, allí enviaban a los jesuitas, reclutados para ir a los lugares más remotos y hostiles, a los que se buscaba conquistar con la cruz, ya que no había podido hacérselo con la espada. La Compañía buscaba hombres físicamente muy fuertes. Pero además eran hábiles con las lenguas porque tenían que aprender y traducir los idiomas indígenas. Las crónicas de Carvajal y Acuña me interesan en particular porque ambos describieron enormes poblaciones y muchas “provincias”. Sus escritos proyectaban el sistema jurisdiccional español sobre la Amazonía Andina: Acuña describió cómo estaban organizadas las poblaciones indígenas: "[…] claro río que los naturales llaman Tapi y tienen sus riberas mucha multitud de gentiles que llaman Pauanas. […] Ochenta leguas ocupa esta nación […] de lindas campiñas y hierbas para ganados, arboledas no muy cerradas."


Cuando lees estos textos y ves los mapas jesuitas, te das cuenta de que el inicio de la planificación sistemática, regional, y religioso-estatal de la Amazonía arranca con ellos, y que su fin no era exclusivamente encontrar oro. Hacían inventarios y avalúos de varios recursos naturales de interés para Europa, como lo harían luego los naturalistas y científicos. Acuña notó la enorme cantidad de madera disponible, imaginó todo lo que se podría hacer con ella, y visualizó los potenciales pastos (pastizales) llenos de ganado; pero esa planificación también implicaba la reducción de poblaciones amazónicas y su aprovechamiento como mano de obra —aquéllas siempre han vivido en constelaciones dispersas, siguiendo más bien una lógica microecológica—… implicaba la aplicación de una lógica de reducciones, de concentración de poblaciones móviles y dispersas, que incorporaba viviendas colectivas pero exigía monogamia, y una transformación de los usos del suelo: los bosques debían abrir paso para los pastos del ganado, los campos de cultivo de trigo y viñedos, pero también para perpetuar la chakra y el cultivo de lo que en esa época se conocía como drogas do sertão (1) o “nuevas especies” de plantas sagradas de la Amazonía que eran altamente demandadas en Europa por su alto potencial comercial, como el tabaco, la canela, el achiote, la vainilla, el clavo de olor, la hierba mate, la hoja de coca, la cinchona, y otras hierbas medicinales. Los jesuitas entendieron el valor de desarrollar una planificación tripartita de pastizales, monocultivos al estilo europeo y chakras. Por décadas fueron exportadores brutalmente exitosos… tanto que para la mitad del siglo XVIII terminaron siendo expulsados; se habían convertido en un paraestado dentro de los imperios, y las monarquías necesitaban recuperar control del interior. Entre la expulsión de los Jesuitas de los territorios portugueses (1759) y españoles (1767) y el boom del caucho (1879 y 1912) —la primera globalización moderna de la selva—, la penetración colonial se redujo a una serie de incursiones que decantaron en un puñado de enclaves urbanos, entre los que sobresalen las Villas Pombalinas del bajo Amazonas (2). La planificación propiamente moderna, o modernista, arranca en la post-II Guerra Mundial, en el contexto de la Guerra Fría, como proyecto de modernización y desarrollo. Estos procesos de industrialización y modernización de la selva han sido los más catastróficos para la selva, sus pueblos y naciones. Los países amazónicos no han logrado superar sus serias deficiencias. El desarrollismo no se lleva bien con los bosques ni los bosques con el desarrollismo. 

Carlos Segura: Una de las caracterizaciones que más dista del imaginario de una Amazonía prístina es la de un territorio experimentación —y de muchos experimentos fallidos—. ¿Qué ha hecho de la Amazonía el "cementerio de la planificación moderna", al que te has referido recientemente? (3)

AMDC. Lo pienso históricamente y biológicamente. 

La urbanización moderna de la Amazonía es frustrante en muchos sentidos. La terquedad que le impone modelos exógenos es lo que la ha convertido en un cementerio de la modernización. Quizá el primer sistema urbano realmente consolidado en la región fue el que rodeaba al caucho, un sistema altamente centralizado para abastecer el mercado inglés de llantas para automóviles, componentes para máquinas y otros productos. Su demanda fue tan masiva que reestructuró el espacio amazónico para ponerlo al servicio del mercantilismo que facilitó el desarrollo comercial e industrial de Inglaterra.

Euclides da Cunha, para mí el mejor escritor de Brasil, un poeta y un científico maravilloso, describe magistralmente este sistema, que funcionaba casi como una condena a la esclavitud. Cada seringueiro estaba atrapado en un ciclo interminable: recorrer la selva todos los días recogiendo la savia que sangraba de los árboles de caucho, a lo largo de largas rutas ondulantes semejantes a los pétalos de una flor, y que unían los árboles que crecían naturalmente dispersos para evitar ser enfermados por otros organismos. Por eso fracasó Fordlandia. Ford, con su lógica industrial de fábrica, instaló —a contrapelo— un sistema de monocultivo, de plantación cartesiana, en la selva. Pero la Amazonía no funciona así.


Eso es lo que me encanta de esta geografía: es el lugar donde fracasan Percival Farquihar y la compañía destinada a construir el ferrocarril Madeira-Mamoré, Ford, Volkswagen y tantos megaproyectos que llegan con fórmulas universales, creyendo que van a funcionar en cualquier parte del mundo. La Amazonía los vuelve locos. No solo fracasan, sino que además saben que si persisten, seguirán fracasando. Es como si les dijera: vengan, minen, extraigan el petróleo, sangren el caucho, saquen todos los metales —¡el cobre, el oro!—, pero van a ver lo que les va a costar. La Amazonía se resiste. Amo este lugar… tiene un carácter feroz.

CS. La Amazonía solo ha ofrecido esa resistencia, ha mostrado esa ferocidad en la medida que se han ensayado —y siguen ensayando—. Voy a ser más o menos anacrónico: se ha conectado el subsuelo con la superficie mediante ciudades petroleras, sembrado chakras y monocultivos, abierto trochas y líneas de prospección, se han hecho reducciones, y se han construido y enterrado líneas ferroviarias; entre la selva se pueden encontrar las ruinas de Fordlandia y las huellas de los planes del arquitecto Camargo. ¿Cuál es tu comprensión de cómo estos proyectos, con distintos grados de fracaso, han informado nuevos proyectos de colonización e integración de un territorio que se resiste ferozmente? En clave más poética, me interesa seguir cómo sus formas de conocimiento han sido reanimadas.

AMDC. Volvamos a la extracción del caucho y a cómo da forma a las fronteras amazónicas. Esta industria variaba según la región. En las cuencas bajas predominaba la especie Hevea brasiliensis, que permitía la extracción del látex sin talar al árbol: se le realizaban cortes o incisiones, se recogía el sangrado (4), se curaba, y se repetía el proceso. Sin embargo, este sistema únicamente era sostenible a largo plazo si no se abusaba del árbol, que podía morir. Por otra parte, ya no en las cuencas bajas, sino en la ceja de montaña, había Castilla elástica, una especie que producía mucha menos savia y cuya composición dificultaba su procesamiento. Para extraer su látex era necesario talar el árbol por completo. Su procesamiento era depredador: cortar, drenar la savia, exportar los balones de caucho y seguir talando.

Cada uno de esos modelos de extracción, el de ordeño continuo y el de tala —ambos problemáticos por distintas razones— dio lugar a sistemas de asentamiento completamente distintos. Los seringueiros en Brasil quedaban atrapados en un circuito de extracción que los obligaba a permanecer en un territorio fijo y repetir sus rutas de sangrado todos los días. No podían huir; estaban condenados a vivir y morir en ese circuito de extracción. Por el otro lado, en los territorios hispanohablantes, donde la explotación del caucho de Castilla elástica implicaba la tala completa, el modelo de ocupación era el de un nomadismo continuo sin generación de asentamientos permanentes.

Esta diferencia le dio una ventaja estratégica a Brasil: su presencia en la Amazonía se expandió río arriba a lo largo de varios ríos; los seringueiros avanzaban por el Madeira, el Purús, el Juruá y otros afluentes, estableciendo asentamientos y consolidando el portugués como lengua predominante. Mientras tanto, en la Amazonía hispana, el sistema de tala y abandono impidió la creación de núcleos estables de población. Así, cuando los países sudamericanos comenzaron a definir sus fronteras con base en el principio de uti possidetis juris según el cual el territorio pertenece a quien lo ocupa de facto, Brasil pudo demostrar su presencia efectiva en regiones que antes fueron parte del Perú y Bolivia. Por eso, si miras el mapa de Sudamérica, ves cómo Brasil se mete en lo que colonialmente fue Perú. Brasil absorbió vastas extensiones de territorio peruano y boliviano, incluyendo Acre, que Bolivia terminó vendiendo a cambio de la construcción del ferrocarril Madeira-Mamoré, financiado por Brasil.

En ese momento, mientras el mundo hispanoamericano se fragmentaba en múltiples repúblicas, el mundo lusófono se consolidaba en un gran país expansivo, extendiendo sus tentáculos por donde podía. Un proceso análogo al de Estados Unidos, pero que, a diferencia de los estadounidenses, Brasil nunca logró alcanzar el Pacífico —aunque quizá lo intentó—. Así, la economía del caucho no solo transformó la Amazonía en términos de explotación y asentamiento, sino que también benefició a Brasil en el plano geopolítico.

Desde la perspectiva de la planificación, diría que, en realidad, no hubo una intervención estatal significativa en ese momento. Fue más bien un proceso mercantilista el que organizó y estructuró el territorio. La demanda del caucho impulsó un sistema de comercio internacional de dos vías. La industria del caucho generó enormes riquezas conectando núcleos urbanos de distintos niveles: desde los primarios, como Belém do Pará, Iquitos o Manaos, hasta los secundarios y terciarios, como Porto Velho y otros pequeños asentamientos dispersos por la selva.

El caucho no solo era exportado; su red de extracción permitía la importación y distribución de productos manufacturados. Y aquí radicaba la servidumbre de los seringueiros, que acababan siendo esclavos del sistema de aviamiento, que consistía en una red de provisión de víveres y otros recursos necesarios para la subsistencia como modo de pago… era una red que les atrapaba en ciclos interminables de endeudamiento. Primero les ofrecían dinero para que trabajaran en la extracción del caucho con la promesa de pagarlo después con su producción. Pero, una vez en la selva, aislados y completamente dependientes de los aviadores, la trampa se cerraba:

—Necesitas ropa —les decían—, te las doy, pero me pagas con caucho.
—¿Un machete? Te lo vendo, pero me lo pagas con caucho.
—¿Unas botas de caucho? También.

Así, los trabajadores quedaban atrapados en una espiral de deuda de la que nunca podían salir.

Esta economía del bosque también consolidó sociedades mestizas en la Amazonía, pero de modo distinto a lo que ocurrió en la zona andina, donde hubo servidumbre por deuda (debt peonage), pero también formas de esclavitud forzada que no se basaron en el endeudamiento, sino en la coerción directa y la violencia extrema (5). En Brasil se formaron comunidades seringueiras que terminaron estableciéndose en la selva y aprendiendo a vivir de ella —y no únicamente de las provisiones importadas—, y cuyo legado está bien representado en la figura de Chico Mendes: pueblos que, pese a haber sido parte de este sistema de explotación, terminaron convirtiéndose en defensores de la selva y su modo de vida. Los descendientes de estos caucheros, de estos seringueiros —luso-brasileños con sangre indígena y africana, mestizos— son quienes hoy luchan por la consolidación de las Reservas Extractivas (RESEX) en Brasil, un tipo de zona protegida con un régimen de “uso sostenible” en el que los pueblos que la habitan pueden perpetuar prácticas extractivas tradicionales como la caza, pesca y recolección de plantas y otros productos del bosque no maderables… quizás uno de los modelos de desarrollo sustentable más relevantes en el mundo.

La madera podría formar parte de este sistema, siempre que se maneje en ciclos de renovación dentro de estas economías sociobioeconómicas. En este sentido, Brasil es un ejemplo maravilloso: demuestra que el mundo mestizo puede integrar una visión amazónica de la economía del bosque. Se puede vivir de la abundancia sin destruirla, y algunos grupos mestizos lo han logrado.

El modelo de las Reservas Extractivas es completamente distinto al sistema de planificación estatal que emerge a inicios del siglo pasado, que realmente se consolida en la década de 1960 y se ejecuta entre la de 1970 y 1980, y que condujo a una debacle brutal en la Amazonía. En la década de 1980, la selva ardía en incendios forestales, como sucedió en 2019.

En la Amazonía tuvimos un primer ciclo de extracción de commodities y de expansión de la frontera agropecuaria asociados a la construcción de las primeras carreteras que irradiaban desde Brasilia, como la ruta a Belém do Pará, impulsadas en 1962 por el Presidente Juscelino Kubitschek, la Marginal de la Selva en la ceja de montaña andina, y la Carretera Transamazónica que corre paralela al Amazonas. La construcción de estos caminos contribuyó a los procesos de deforestación que se exacerbaron hasta desatar una serie de incendios en los ochenta, que a su vez —junto a la recesión económica de la misma década— desaceleraron los proyectos de infraestructura y aceleraron los movimientos ambientalistas en América Latina.

Por un corto periodo, hubo un intento de corregir el rumbo: la gente empezó a reaccionar, reconocer errores, buscar nuevas alternativas y discutir posibilidades de desarrollo sustentable —y ya no únicamente del “progreso” o el “desarrollismo”—. Sin embargo, para agosto del año 2000 se estaba promocionando la IIRSA (6), repitiendo el patrón de errores de la etapa más catastrófica de la planificación sudamericana: el momento en que América del Sur decidió seguir el ejemplo de las grandes carreteras bioceánicas transcontinentales estadounidenses (7), se inauguró el capítulo más destructivo de la planificación. En nombre de una interconexión necesaria se propuso una vez más una red de carreteras, esta vez de escala continental, que no necesariamente vinculan a escala pertinente a las comunidades amazónicas entre sí, sino que garantizan la articulación a escala del comercio global de commodities, y sin tomar en cuenta que el principal medio de interconexión multiescalar en la Amazonía es el fluvial. Esto desató un segundo hiperciclo de extracción y exportación de commodities, otra debacle socioambiental.

Ahora, después de los incendios de 2019 y de cada año desde entonces —y te aseguro que los incendios del 2019 iniciaron en el 2000—, por primera vez percibo un shock dentro de las instituciones. Una especie de parálisis institucional. Como si dijeran "no sabemos qué hacer en la Amazonía". Porque ninguna de las herramientas de planificación que tenemos, que han funcionado en otras partes del mundo, que nos han enseñado a diseñar y ejecutar en las universidades, ha funcionado aquí. La Amazonía te deja sin herramientas. Es un reto enorme. Todo lo que hemos aprendido como arquitectos, planificadores urbanos e incluso como arquitectos del paisaje falla en la Amazonía.

Y creo que la mejor reacción que puede tener un arquitecto consciente de sus limitaciones es la inacción: es mejor no hacer nada antes que empeorar la situación.

Pero cuando entras en contacto con las nacionalidades amazónicas, te das cuenta de que sí hay respuestas. Solo que no eran las que imaginábamos. Y esto no es una idealización romántica del pasado —porque además ellos están allí, son modernos, son urbanos—; simplemente, los únicos modelos funcionales y “sustentables” en la Amazonía provienen, en última instancia, de los grupos originarios.

De manera optimista, veo a América del Sur en un proceso de redescubrimiento de sus pueblos y naciones amazónicas, de sus ciencias, sus técnicas, su cosmovisión, y de sus ciudades, como São Gabriel da Cachoeira.

CS. Quiero explorar la relación entre esas formas de conocimiento —amazónico y no amazónico— ya instalados. Recuerdo que en alguna oportunidad reconociste que habías interpretado la aparición más o menos espontánea de algunas ciudades amazónicas como si éstas fuesen acontecimientos de urbanización ligados a una infraestructura petrolera, pero conforme avanzó tu investigación, empezaste a reconocer que también eran resultado de planes gubernamentales relativos a los programas de Reforma Agraria y Colonización del siglo pasado (8). ¿Cómo se implementaron estas reformas agrarias y cómo se relacionaron con formas existentes de tenencia de la tierra?

AMDC. Hay que comprender lo que ocurrió en ese periodo —estábamos en plena Guerra Fría y los grupos comunistas estaban creciendo en América Latina. En los años setenta, la zona andina era indeciblemente asimétrica. Un pequeño grupo de familias había sido heredero de las encomiendas, que luego se convirtieron en grandes haciendas, mientras que el resto de la población apenas tenía tierra. La concentración de enormes extensiones de tierra en muy pocas manos y la perturbadora inequidad existente fueron un terreno fértil para el crecimiento del socialismo y comunismo, que amenazaba los intereses de Estados Unidos en la región, que tras la Revolución Cubana ya tenía una nación comunista.

Estados Unidos desplegó una política de intervencionismo, de contrainsurgencia, y desplegó programas de asistencia militar, pero también promovió políticas de desarrollo económico que requerían de un cambio en la distribución de la tierra. Por otra parte, nuestros estados querían desarrollarse, industrializarse, modernizarse, ponerse al día con las tecnologías y los sistemas económicos que les permitieran ser miembros del “primer mundo”. Una de las respuestas: reforma agraria y colonización. Se abrieron “tierras sin hombres —obviando totalmente que se trataba de tierras habitadas por naciones amazónicas— para los hombres sin tierras.”


Se utilizó la Amazonía como zona de pacificación social para disminuir las tensiones que estaban generando la reforma agraria —porque por supuesto hubo resistencia a la redistribución de la tierra por parte de las familias terratenientes, que además formaban parte del gobierno de Brasil y los países andinos— y las hambrunas provocadas por sequías en la región. Por ejemplo, en el caso de Ecuador, hubo una sequía muy fuerte en Loja, y muchos de los colonos de la Amazonía ecuatoriana salieron de esa zona. Lo mismo pasó en Perú, y en el noreste de Brasil, donde muchos afrobrasileños que también estaban sufriendo una sequía se convirtieron en colonos. Entonces, todo esto convergió: factores de política internacional, de la política interna de cada Estado, factores climáticos, de colonización y tecnológicos: el diseño y construcción de carreteras, hidroeléctricas, y otros megaproyectos de modernización.

La construcción de carreteras era la forma más rápida de penetrar esta región que permanecía “aislada” y “remota” —de nuevo, ignorando a las naciones amazónicas— e incorporar todas estas tierras tras la depresión del boom del caucho. La primera de este nuevo tipo de carreteras fue la BR-010 Brasília-Belém do Pará (conocida también como Rodovia Belém-Brasília). A partir de ahí, inspirados por Brasil, y con Belaúnde (9) a la cabeza, los andinos comenzaron a proyectar sus propias vías. Belaúnde propuso la Carretera Marginal de la Selva, trazando un recorrido paralelo al de la Carretera Panamericana, pero en la ceja de montaña, con una serie de interconexiones transversales en forma de escalera.

Construcción de la Carretera Transamazónica en los años setenta. Fuente: © Revista Manchete, 1973. / Construction of the Trans-Amazonian Highway in the 1970s. Source: © Manchete Magazine, 1973.

CS: In this analysis, agrarian reforms are particularly interesting when analyzing their relationship with road projects. I would like to re-examine the ways in which road plans have been presented and explore the idea that the trans-Amazonian highways, and especially the Marginal de la Selva Highway (10), are one of those possible forms of incorporating knowledge: since Belaúnde proposed “the land” as both the origin and the end of the Marginal de la Selva, we can no longer so mistakenly link it to the US interstate highway system; it shows a fluvial intelligence (11). Could this be a form exhumed from the failed, abandoned, and buried experiments in the “cemetery of Amazonian planning”?

AMDC. In Camargo’s “rural urbanism” lot arrangement plans, it is very clear how these roads produced a fishbone pattern of new cadastral records to incorporate land into production, but especially to incorporate them into a register of colonized and privatized lands. This seems like an echo of the system with which the Jesuits used names-sometimes indigenous names-and numbers to identify the enormous number of tributary rivers along important fluvial corridors… The Jesuits were the first rationalists of the Amazon. What you see in satellite images and think is spontaneous development is sometimes the product of urban policy. The European fluvial logic is also expressed in Camargo’s longitudinal subdivision: the lots have a minimum frontage that maximizes river access. Belaúnde’s highway is a completely different species. It may contain an echo of the Jesuits’ river rationalization, but above all, Belaúnde’s approach is an explicit recognition of the Andean communal system and perhaps a criollo laissez-faire: he proposes to build the road and let colonization occur semi-spontaneously or spontaneously. Underlying Belaúnde’s planning is the structure of Inca roads and their articulation with the main Andean tributaries of the great Amazon. Belaúnde’s is a hybrid modernization project that has no precedents of failure because highways were not yet conceived as failed projects (at that time). 

CS. En este análisis, las reformas agrarias son especialmente interesantes cuando se analiza su relación con los proyectos de carreteras. Me gustaría reexaminar las maneras en que se han presentado los planes de carreteras y explorar la idea de que las carreteras transamazónicas, y especialmente, de la Carretera Marginal de la Selva (10), como una de esas posibles formas de incorporación de conocimientos: desde que Belaúnde propuso a “la tierra” como el origen y el final de la Marginal de la Selva, ya no podemos seguir ligándola tan equívocamente al sistema de autopistas interestatales estadounidenses; muestra una inteligencia fluvial (11). ¿Podría ser ésta una forma exhumada de los conocimientos de los experimentos fracasados, abandonados y enterrados en el “cementerio de la planificación” amazónica?

AMDC. En los planes de arreglo de lotes del “urbanismo rural” de Camargo se ve muy claro cómo esas carreteras producían un patrón de espina de pescado (fishbone pattern) de nuevos registros catastrales para incorporar tierras a la producción, pero especialmente para incorporarlas a un registro de tierras colonizadas y privatizadas. Esto parece un eco del sistema con el que los jesuitas emplearon nombres —algunas veces nombres indígenas— y números para identificar la enorme cantidad de ríos tributarios a lo largo de importantes corredores fluviales… Los jesuitas fueron los primeros racionalistas de la Amazonía. Lo que ves en las imágenes satelitales y crees que es un desarrollo espontáneo a veces es producto de una política urbana. La lógica fluvial europea se expresa también en la subdivisión longitudinal de Camargo: los lotes cuentan con un frente mínimo que maximiza el acceso al río. La carretera de Belaúnde es una especie completamente diferente. Puede que en ella exista un eco de la racionalización del río de los jesuitas, pero por sobre todo, lo que hay en Belaúnde es un reconocimiento explícito del sistema comunal andino y acaso de un laissez-faire criollo: propone desplegar la carretera y dejar que la colonización ocurra semi-espontánea o espontáneamente. En el substrato de la planificación de Belaunde late la estructura de caminos de los Inca y la articulación que siempre tuvieron a los principales tributarios andinos del gran Amazonas. El de Belaunde es un híbrido de un proyecto de modernización que no cuenta con precedentes de fracaso porque todavía no se concibe a las carreteras como proyecto fallido (en ese entonces).  

Nuevas ciudades a lo largo de la Carretera Transamazónica, entre Estrelto (der.) e Itaituba (izq.). Fuente: Camargo, 1973. © Imagen cortesía de Renato Leão Rego. / New towns along the Trans-Amazonian Highway, between Estrelto (right) and Itaituba (left). Source: Camargo, 1973. © Image courtesy of Renato Leão Rego.

Arreglo de lotes a lo largo de la Carretera Transamazónica y rutas laterales. Fuente: INCRA, 1971. © Imagen cortesía de Renato Leão Rego. / Fixing of lots along the Transamazonian Highway and lateral routes. Source: INCRA, 1971. © Image courtesy of Renato Leão Rego.

CS. ¿Qué lugar ocupan —si lo hacen del todo— esta infraestructura de colonización sin urbanización y su inteligencia fluvial en tu comprensión del “urbanismo amazónico” —un concepto que reaparece en tu trabajo como arquitecta, investigadora y docente—?

AMDC. Cuando empiezas a estudiar los urbanismos amazónicos, desarrollas fobia hacia las carreteras. Hay una evidente correlación entre las carreteras, la deforestación, y todo lo que implica la destrucción de los modos de vida de las naciones que viven en esa foresta. Estas carreteras causaron devastación en la Amazonía.


Pero hay que distinguir entre la infraestructura de colonización brasileña —asociada a un tipo de urbanización, de urbanismo rural— y el modelo de la Carretera Marginal de la Selva, en el que se construye la carretera, se lotifica —así sea tiempo después—, y la tierra se coloniza sola. Una vez la carretera está abierta, las personas —los potenciales propietarios— llegan por sí solas, deforestan y se asientan en sus flancos. La venta de lotes y los eventuales impuestos amortizan los costos de la carretera. Ninguna de estas infraestructuras pueden pensarse separada de políticas específicas de propiedad, financiamiento, de desarrollo, e incluso de unas relaciones específicas con el crédito. Políticas que, además, promueven la deforestación. Hasta los años sesenta, las tierras no eran consideradas productivas si no habían sido deforestadas al menos entre un treinta o hasta un cincuenta por ciento —y a veces más que eso—.

CS. A propósito de cómo se siguen conceptualizando los proyectos sobre el futuro alrededor del boom económico de turno, muy pronto publicarás The Future of Oil Boom Towns in Ecuadorian Amazonia, desarrollado parcialmente en el marco de un taller de GSD con el mismo título. ¿Qué otros imaginarios han cruzado los acercamientos de los estudiantes a la Amazonía? ¿Cómo han comprendido esos grandes proyectos que siguen siendo ensayados allí al tiempo que ellos han conceptualizando unos propios?

AMDC. La idea era pensar un fenómeno, pero también pensar cuál puede ser su alternativa. Usemos el ejemplo de la carretera: si tú te fijas ahí y ves la carretera por primera vez te alarmas y piensas que es un error, pero el camino no es per se algo negativo. La Amazonía estaba cruzada por caminos. Históricamente es un palimpsesto impresionante.

Hoy se pueden estudiar estos caminos, que han sido documentados en “zonas arqueológicas” en Bolivia, Ecuador y otros países mediante tecnología LiDAR. No eran senderos de un metro de ancho; eran caminos de varios metros de ancho y kilómetros de longitud. No hay que pensar que los caminos no existían antes de nuestras carreteras; lo importante es entender por qué nuestras rutas son devastadoras y cómo se diferenciaban de estas otras. Es fácil darse cuenta de que nuestra infraestructura de carreteras está ligada a un sistema muy particular de propiedad, subdivisión y privatización de la tierra; está asociada con un tipo agrícola exógeno a la Amazonía.

Hemos repensado el camino desde la visión de las naciones amazónicas como un camino a lo largo del cual resurgen las chakras, sistemas de policultivos muy ricos, que no contienen una sola especie, sino cincuenta, sesenta, o más. En el territorio Shuar, por ejemplo, se observa cómo nuevas especies se incorporan a este sistema agroecológico dinámico: la vaca no está necesariamente en un pastizal, es un nuevo miembro del policultivo. La vaca es una especie reveladora, ya que no existía en la Amazonía hace siglos, al igual que el cerdo, pero yo no tiro el bosque para ponerla en un pastizal, sino que ella se vuelve parte de mi comunidad de animales.

Con los estudiantes, empezamos a reimaginar la carretera que ya existe, como un camino amazónico originario, como un camino que conecta comunidades, a través del cual se posibilitan intercambios intensos de bienes e información, pero no desde la imaginación extractivista de nuestros estados modernos —“necesito un camino para sacar el oro, necesito un camino para sacar la soya, necesito un camino para sacar el açaí”—, sino como caminos que permitan a comunidades amazónicas altamente productivas intercambiar recíprocamente sus productos y conocimientos.

Concebir el camino desde una perspectiva sociobioeconómica tan distinta obligaría a los gobiernos amazónicos a volver a pensar la propiedad privada, la pública y la comunal. En la Amazonía, la privatización está directamente ligada a la deforestación, con la salvedad de las reservas forestales privadas, un porcentaje pequeño de las tierras privatizadas. Como mencioné antes, la visión del estado ató esa privatización, esa apropiación, con la deforestación: se te otorgaban títulos de propiedad si hacías “producir” a la tierra. Y para el estado, las maneras más fáciles de corroborar esa producción era viendo pastizales con ganado o un monocultivo; pero el estado no reconocía a la chakra como un sistema productivo. Si tu parcela no tenía cierto porcentaje de pastos o campos cultivados, perdías tus derechos de propiedad. Esto obligó incluso a grupos indígenas, como los Kichwa y los Shuar de Ecuador, a deforestar parcialmente sus tierras para poder reclamar su derecho sobre éstas.

CS. Esas fórmulas de parcelamiento y asignación de títulos y usos de suelo suelen estar acompañadas por tecnologías de visualización. Antes mencionaste el uso del LiDAR para inspeccionar el suelo debajo de las copas de los árboles. ¿Cómo han pensado el rol de la vista aérea y la vista satelital? —Por mucho tiempo la Amazonía se conquistó desde el aire—. ¿Cómo las comparan con metodologías de inmersión de estudiantes con grupos de naciones amazónicas?

AMDC: Gran pregunta. De hecho, es interesante que la Amazonía no ha podido ser completamente conquistada ni por tierra ni por agua.

La fotografía aérea está en la base de la planificación de carreteras, y de prospección petrolera y minera. Los archivos de los gobiernos de América del Sur están repletos de fotografías aéreas relacionadas con el levantamiento de los recursos de la región, pero ese mismo tipo de imágenes también ha servido a los arqueólogos para redescubrir la tremenda intervención indígena en el territorio en zonas que se consideraban prístinas. El reconocimiento de patrones en fotografías aéreas ha confirmado, por ejemplo, que en Guayaquil, Bogotá, Quito y muchos otros sitios existieron sistemas de camellones (12) de enormes dimensiones. En un sentido, la fotografía aérea intentó someter la Amazonía; en otro, la vista aérea ha permitido que el continente nos hable: “hay otra forma de estar aquí”.

Ya había tenido la oportunidad de visitar la Amazonía con estudiantes, pero hasta entonces no habíamos trabajado con metodologías indígenas de participación ni practicado realmente metodologías de inmersión. Esta vez, con un nuevo grupo de estudiantes, solicitamos permiso para visitar la comunidad Siekoya Siekopai Remolino y compartir un proceso de reimaginación conjunta del territorio (13). Nos dieron la bienvenida y nos incorporaron a su vida comunal por unos días.

Creo que conocer de cerca su relación animista con la tierra, y no como un lugar de extracción de recursos, dejó una huella profunda en los estudiantes. No quiero generalizar demasiado, pero algo que comparten los grupos con los que he trabajado es una socioeco-lógica más-que-humana de visualización y planificación del territorio. Philippe Descola, en referencia a los Achuar, habla de la sociedad de la naturaleza —a mí me gusta más “comunidad de la naturaleza"—. Es una forma plural de auto-organización y planificación en la cual todos participan, incluidas plantas y animales. Los árboles y las plantas sagradas son las grandes bibliotecas de la Amazonía. Contienen el conocimiento de la Luz: son las únicas capaces de beberla y traducir su saber luminoso en materia. Las plantas son poderosas, inteligentes, poseedoras de agencia. Sin ellas no se puede planificar el territorio y esto es algo que necesitamos incorporar a los sistemas y métodos de planificación occidental. No es fácil, puesto que una cultura secular, racionalista, para la cual la naturaleza es mera materia debe entenderse con otra para la cual todos los miembros de la comunidad de la naturaleza poseen visión, intelecto y derecho a participar en la co-creación y co-construcción del Territorio Vivo (un término que los movimientos indígenas oponen al trato que las culturas mestizas y occidentales dan al territorio como materia “muerta”, una imposibilidad en la visión cíclica del tiempo, al interior de cuya lógica espiral no hay muerte sin vida ni vida sin muerte; son dos manifestaciones de una misma continuidad de la existencia).

Volviendo a la experiencia que tuvimos, con base en un respeto absoluto por la autonomía de cada comunidad para decidir qué, dónde y cuándo lo haríamos, iniciamos nuestra inmersión con una ceremonia en la que participaron dos plantas sagradas, el tabaco y el yokó. Luego recorrimos juntos la Chakra Madre que nos proveyó las semillas y plántulas para sembrar en la comuna. Los estudiantes aprendieron sobre el ciclo de vida de la chakra; aprendieron a reconocer las plantas por sus semillas, cortezas y hojas, sus mitos y cánticos.

En el territorio realmente aprendieron qué era una chakra amazónica. Noté que los estudiantes de arquitectura del paisaje captaron muy rápido de qué se trataba; a los estudiantes de arquitectura les tomó más tiempo comprender por qué las unidades básicas de planificación debían ser la chakra y la cocha agrobiodiversas. Creo que no estaban acostumbrados a iniciar un taller de arquitectura y urbanismo a partir de lo biológico, lo vegetal, lo animal, pero nuestro punto de partida fue justamente la integridad de esta agroecología. Sembramos y comimos comunalmente alimentos provenientes de la chakra, pero, para dar un ejemplo, les tomó un tiempo antes de que pudiesen dibujar una chakra o una cocha, que es un tipo de policultivo acuático —creo que comimos un tipo de piraña que se alimenta de árboles de frutas sembrados en la cocha—. Esta experiencia inmersiva fue fundamental para conocer estas tecnologías de convivencia paisajística y de policultivo, tanto terrestres como acuáticas, que luego fueron reimaginadas en sus diseños.

Otra experiencia sensible fue la de alojarnos de manera dispersa. En un inicio, los estudiantes pensaron que íbamos a mantenernos concentrados en un único lugar o en un único grupo, pero a lo largo de los días tuvimos períodos intercalados de reunión y dispersión. Esto cambió su atención y les permitió conocer los ritmos propios de esos dos momentos, al punto que animó a algunos estudiantes a esforzarse por conocer con profundidad los sistemas de puertos y micropuertos ribereños, los tipos de canoas y cómo todo esto se integra con los diferentes tipos de rutas.

CS. ¿Cómo se han relacionado con la idea del “plan fallido” en sus ensayos sobre el futuro de la Amazonía? ¿Se ven a sí mismos sumándose al “cementerio de la planificación”?

AMDC: Percibo un cambio generacional muy fuerte. Diría que hace 20 ó 30 años era muy marginal hablar de estos temas [en escuelas de arquitectura] —y quizás por eso me interesan personalmente los jesuitas, que iban a las geografías extremas o “marginales” desde la perspectiva del poder monárquico y su centralización. Ahora veo que estos lugares remotos, en un contexto de cambio climático, se han vuelto centrales cuando se piensa el futuro. En mi caso, ya no puedo enseñar de la misma manera —y ya no quiero enseñar de la misma manera—. Pero no por eso nos hemos acercado a la idea del plan fallido. No. Una reflexión valiosa que resultó de este taller con GSD le dio un giro a la imaginación de la economía amazónica: si antes hemos tenido la imposición de una planificación económica desde arriba (top-down) que ejerce grandes presiones sobre el territorio para extraerle valor, en nuestra inmersión más bien nos preguntamos cuáles son las posibles economías que emanan de la chakra y la cocha… o sea, no las economías del monocultivo, ni del pozo petrolero, ni de la mina, sino las sociobioeconomías comunitarias de la chakra, de sus formas espaciales y sus requerimientos particulares. ¿Qué tipo de caminos necesita? ¿Por dónde pasan? ¿A quiénes conectan? ¿Cómo? ¿Hay lugares donde la materia es procesada, o seguiremos siendo exportadores de materias primas? Si podemos hablar en términos ecoindustriales, ¿cuál sería la forma de la industria del policultivo de la chakra? Algo interesante fue que los estudiantes empezaron a especular intensamente sobre la relación de las dimensiones espaciales de las chakras existentes con sus diseños y con propuestas muy creativas que vienen precisamente del campo de la economía (experimentos financieros, emisiones de monedas comunitarias) como alternativas a las relaciones espaciales-económicas de la soja, de la palma africana, o cualquier otro monocultivo.

CS. ¿Imaginas alguno de los ensayos en desarrollo —y que probablemente también se rindan ante la Amazonía y acaben como ruinas—…

AMDC. ¡Ya lo son!

CS. …siendo exhumados en el futuro y volviendo a participar del proyecto inconcluso de la Amazonía?

AMDC: Supongo que hay algo bello en que esos conocimientos exhumados se encuentran por todas partes. La Amazonía está llena de ruinas…

Un proyecto que parece ser un nuevo llamado de atención —un “¡ya basta!”— es el de las Ciudades del Milenio, en Ecuador (14). En poco más de unos 10 años, en la Ciudad del Milenio de Pañacocha ya se alcanza a ver cómo las calles de los nuevos suburbios de estilo estadounidense se ondulan y hunden en el suelo saturado de agua de la selva y cómo las casas se enmohecen y deterioran por la humedad. Es un ejemplo más de la obsesión de los políticos sudamericanos por modernizar y urbanizar la selva como si estuviera en las zonas templadas del planeta o de los Andes.


Me invade un sentimiento de exasperación… he visto ciclos de los mismos proyectos fallidos repetirse y repetirse en la historia de la Amazonía. Creo que la única manera de evitar que esto siga sucediendo es indigenizar el diseño. Algunos arquitectos jóvenes lo están haciendo muy bien; están trabajando con tecnologías y materiales vernáculos amazónicos, y aprendiendo a ajustarse a los tiempos y dinámicas de la Amazonía, en los que las casas, los pueblos y los ríos se mueven; todo se mueve. La selva requiere de otras teorías del diseño, y por esto la Amazonía me ha interesado tanto.

Cuando tú estudias la historia de los proyectos de planificación y diseño de la Amazonía, te das cuenta de que toda la catástrofe en Brasil fue diseñada, no solamente en su sentido morfológico, sino también en términos de sus políticas públicas, de propiedad y, además, en un sentido axiológico: en la construcción de sus sistemas de valor… digamos, en una ontología del valor. Creo que toda mi tesis ha estado tratando de responder a esto, y creo que los lugares en los que he encontrado las mejores respuestas han sido la arqueología, la etnohistoria y la etnobotánica amazónica, y en los mentores que he encontrado en varias comunidades, quienes me han enseñado cómo la selva y la Amazonía se piensan y se perpetúan a sí mismas en ciclos que danzan las espirales del tiempo, como lo hace el humo del tabaco. 


Quiero nombrar a mis maestros, a cuyo conocimiento tan solo puede honrar el poder de su propia voz, portadora de una sabiduría profunda y una inteligencia empírica que soy incapaz de transmitir con el esplendor que merecen: María Clara Sharupi Juá, Fernando Huambutzereque, Manuela Omari Ima, Romelia Papue Mayancha, Yadira Ocoguaje, Fanny Piaguaje, Colón Piaguaje, José Narvaez Andy, Mayra Shiguango, Jiovany Ribadeneyra, Teresa Shiki. En relación literaria y telecomunicacional, estoy en deuda con Davi Kopenawa, Ailton Krenak y Francisco Apurina. Un agradecimiento especial a mi amigo Fabiano Kueva, quien me enseñó a trabajar y co-crear en comunidad.

Ana María Durán Calisto: In the geology of South America, the Andes mountain range changes shape as it advances. In Venezuela, it turns and remains wide, though not as much as in the south. In Colombia, it still maintains its breadth, but upon reaching the equatorial zone, it narrows, like a strip. Then, in Peru, it widens again and becomes a massif, which in Bolivia grows even larger, almost like a macrofist. Further south, in Chile, it takes on its most recognizable form: a well-defined backbone. The northern Andes are older; the southern ones, younger. That is why, in Colombia, they are more eroded and have softer forms; they have had more time to wear down. In contrast, to the south, the Andes become younger, abrupt, and jagged. The first time I went to Peru, that struck me deeply.

Why do I mention this? Because in our continent there is a deep connection between the coast, the highlands, and the Amazon, and that is something key to my analyses. Thinking of the Amazon as a biome separate from the Andes, the Guiana Shield, and the Brazilian Shield does not reflect reality. All are incredibly diverse. Quito, my city, has been an important threshold between the Andes and the Amazon, and has been crucial in the history of how transversal relationships in South America have been conceived.

The European obsession with Amazonian control begins with rumors that there were kingdoms as rich in gold as Tawantinsuyo –or even more so– to the east of the Inca kingdom. The myths that have defined the relationship of “the West” with the biome we now call “the Amazon” did not necessarily begin with the first Castilian expedition to this region-the one led by Francisco de Orellana between 1541 and 1542-but it was with this expedition that several of those myths were cemented: El Dorado, the Land of Cinnamon, or the warrior and unconquerable women. It was an expedition recorded in the chronicle of the Dominican friar Gaspar de Carvajal, and it ended up serving as a stimulus for other incursions. For example, that of Pedro de Ursúa, between 1560 and 1561; or that of two Franciscan lay brothers who descended the Amazon between 1635 and 1637, and who later returned to Quito from San Luis de Marañón with the expedition of Captain Major Pedro Tejeira –or Teixeira– in 1638. There is also the return expedition, from Quito to Pará, accompanied by the Jesuit Cristóbal de Acuña. He wrote a very detailed chronicle that later served as the basis for deploying the Maynas Mission and attempting to consolidate Castilian presence in the region.

The Jesuits are interesting because they were always sent to the most extreme geographies. Where Spanish or Portuguese soldiers could not enter, they sent the Jesuits, recruited to go to the most remote and hostile places, which were to be conquered with the cross, since it had not been possible to do so with the sword. The Company sought physically very strong men. But they were also skilled with languages because they had to learn and translate indigenous languages. The chronicles of Carvajal and Acuña interest me in particular because both described enormous populations and many “provinces.” Their writings projected the Spanish jurisdictional system onto the Andean Amazon: Acuña described how the indigenous populations were organized: “[...] clear river that the natives call Tapi and whose banks have a large multitude of gentiles called Pauanas. [...] This nation occupies eighty leagues [...] of beautiful fields and grass for livestock, not very dense groves.”

When you read these texts and see the Jesuit maps, you realize that the beginning of systematic, regional, and religious-state planning of the Amazon starts with them, and that their goal was not exclusively to find gold. They made inventories and appraisals of various natural resources of interest to Europe, as naturalists and scientists would later do. Acuña noted the enormous amount of wood available, imagined everything that could be done with it, and visualized the potential pastures full of livestock; but that planning also implied the reduction of Amazonian populations and their exploitation as labor –a people who have always lived in dispersed constellations, following a more microecological logic–... it implied the application of a logic of reductions, of concentration of mobile and dispersed populations, which incorporated collective housing but demanded monogamy, and a transformation of land use: forests had to give way to livestock pastures, wheat fields, and vineyards, but also to perpetuate the chakra and the cultivation of what at that time was known as drogas do sertão (1) or “new species” of sacred Amazonian plants that were highly demanded in Europe for their high commercial potential, such as tobacco, cinnamon, annatto, vanilla, clove, yerba mate, coca leaf, cinchona, and other medicinal herbs. The Jesuits understood the value of developing a tripartite planning of pastures, European-style monocultures, and chakras. For decades they were brutally successful exporters... so much so that by the mid-18th century they ended up being expelled; they had become a para-state within the empires, and the monarchies needed to regain control of the interior. Between the expulsion of the Jesuits from Portuguese (1759) and Spanish (1767) territories and the rubber boom (1879 and 1912) –the first modern globalization of the jungle– colonial penetration was reduced to a series of incursions that resulted in a handful of urban enclaves, among which the Pombaline Villas of the lower Amazon stand out (2). Truly modern, or modernist, planning begins after World War II, in the context of the Cold War, as a modernization and development project. These processes of industrialization and modernization of the jungle have been the most catastrophic for the forest, its peoples, and nations. Amazonian countries have not managed to overcome their serious deficiencies. Developmentalism does not get along with forests, nor forests with developmentalism.

Carlos Segura: One of the characterizations that most diverges from the imaginary of a pristine Amazon is that of a territory of experimentation –and of many failed experiments. What has made the Amazon the “cemetery of modern planning,” as you have recently referred to it? (3)

AMDC: I think of it historically and biologically.

The modern urbanization of the Amazon is frustrating in many ways. The stubbornness imposed by exogenous models is what has turned it into a cemetery of modernization. Perhaps the first truly consolidated urban system in the region was the one surrounding rubber, a highly centralized system to supply the English market with tires for automobiles, machine components, and other products. Its demand was so massive that it restructured the Amazonian space to serve the mercantilism that facilitated the commercial and industrial development of England.

Euclides da Cunha, for me the best writer in Brazil, a wonderful poet and scientist, masterfully describes this system, which functioned almost as a sentence to slavery. Each seringueiro was trapped in an endless cycle: traversing the jungle every day collecting the sap that bled from the rubber trees, along long undulating routes resembling the petals of a flower, connecting trees that grew naturally dispersed to avoid being infected by other organisms. That is why Fordlandia failed. Ford, with his industrial factory logic, installed –against the grain– a system of monoculture, of Cartesian plantation, in the jungle. But the Amazon does not work that way.

That is what I love about this geography: it is the place where Percival Farquhar and the company destined to build the Madeira-Mamoré railway, Ford, Volkswagen, and so many megaprojects that arrive with universal formulas, believing they will work anywhere in the world, all fail. The Amazon drives them mad. Not only do they fail, but they also know that if they persist, they will continue to fail. It's as if it says to them: come, mine, extract the oil, bleed the rubber, take all the metals –the copper, the gold!– but you will see what it will cost you. The Amazon resists. I love this place... it has a fierce character.

CS: The Amazon has only offered that resistance, has shown that ferocity to the extent that it has been experimented upon-and continues to be. I will be somewhat anachronistic: the subsoil has been connected to the surface through oil cities, chakras and monocultures have been planted, trails and prospecting lines have been opened, reductions have been made, and railway lines have been built and buried; among the jungle you can find the ruins of Fordlandia and the traces of architect Camargo’s plans. What is your understanding of how these projects, with varying degrees of failure, have informed new projects of colonization and integration of a territory that resists so fiercely? In a more poetic key, I am interested in following how their forms of knowledge have been reanimated.

AMDC: Let’s return to rubber extraction and how it shapes Amazonian borders. This industry varied by region. In the lowland basins, the species Hevea brasiliensis predominated, allowing latex extraction without felling the tree: cuts or incisions were made, the bleeding collected (4), the tree was healed, and the process repeated. However, this system was only sustainable in the long term if the tree was not overexploited, as it could die. On the other hand, not in the lowland basins, but in the mountain foothills, there was Castilla elastica, a species that produced much less sap and whose composition made processing difficult. To extract its latex, it was necessary to fell the entire tree. Its processing was predatory: cut, drain the sap, export the rubber balls, and continue felling.

Each of these extraction models, the continuous milking and the felling –both problematic for different reasons– gave rise to completely different settlement systems. The seringueiros in Brazil were trapped in an extraction circuit that forced them to remain in a fixed territory and repeat their bleeding routes every day. They could not flee; they were condemned to live and die in that extraction circuit. On the other hand, in the Spanish-speaking territories, where the exploitation of Castilla elastica rubber involved complete felling, the occupation model was one of continuous nomadism without the creation of permanent settlements.

This difference gave Brazil a strategic advantage: its presence in the Amazon expanded upstream along several rivers; the seringueiros advanced along the Madeira, the Purús, the Juruá, and other tributaries, establishing settlements and consolidating Portuguese as the predominant language. Meanwhile, in the Hispanic Amazon, the felling and abandonment system prevented the creation of stable population centers. Thus, when South American countries began to define their borders based on the principle of uti possidetis juris, according to which territory belongs to whoever occupies it de facto, Brazil was able to demonstrate its effective presence in regions that were previously part of Peru and Bolivia. That is why, if you look at the map of South America, you see how Brazil enters what was colonially Peru. Brazil absorbed vast stretches of Peruvian and Bolivian territory, including Acre, which Bolivia ended up selling in exchange for the construction of the Madeira-Mamoré railway, financed by Brazil.

At that time, while the Hispanic American world was fragmenting into multiple republics, the Lusophone world was consolidating into a large expansive country, extending its tentacles wherever it could. A process analogous to that of the United States, but unlike the Americans, Brazil never managed to reach the Pacific –although perhaps it tried. Thus, the rubber economy not only transformed the Amazon in terms of exploitation and settlement, but also benefited Brazil geopolitically.

From the perspective of planning, I would say that, in reality, there was no significant state intervention at that time. It was rather a mercantilist process that organized and structured the territory. The demand for rubber drove a two-way international trade system. The rubber industry generated enormous wealth by connecting urban centers of different levels: from the primary, such as Belém do Pará, Iquitos, or Manaus, to the secondary and tertiary, such as Porto Velho and other small settlements scattered throughout the jungle.

Rubber was not only exported; its extraction network allowed the import and distribution of manufactured products. And here lay the servitude of the seringueiros, who ended up being slaves of the aviamiento system, which consisted of a network of provision of food and other necessary resources for subsistence as a form of payment... it was a network that trapped them in endless cycles of debt. First, they were offered money to work extracting rubber with the promise of paying it later with their production. But, once in the jungle, isolated and completely dependent on the aviadores, the trap closed:

–You need clothes –they were told– I’ll give them to you, but you pay me with rubber.
–A machete? I’ll sell it to you, but you pay me with rubber.
–Rubber boots? Also.

Thus, the workers were trapped in a spiral of debt from which they could never escape.

This forest economy also consolidated mestizo societies in the Amazon, but differently from what happened in the Andean zone, where there was debt peonage, but also forms of forced slavery that were not based on indebtedness, but on direct coercion and extreme violence (5). In Brazil, seringueiro communities formed that ended up settling in the jungle and learning to live from it –and not only from imported provisions– and whose legacy is well represented in the figure of Chico Mendes: peoples who, despite having been part of this system of exploitation, ended up becoming defenders of the jungle and their way of life. The descendants of these rubber tappers, these seringueiros –Luso– Brazilians with indigenous and African blood, mestizos –are those who today fight for the consolidation of the Extractive Reserves (RESEX) in Brazil, a type of protected area with a “sustainable use” regime in which the peoples who inhabit it can perpetuate traditional extractive practices such as hunting, fishing, and gathering of plants and other non-timber forest products... perhaps one of the most relevant models of sustainable development in the world.

Timber could be part of this system, as long as it is managed in renewal cycles within these socio-bioeconomic economies. In this sense, Brazil is a wonderful example: it shows that the mestizo world can integrate an Amazonian vision of the forest economy. It is possible to live from abundance without destroying it, and some mestizo groups have achieved this.

In the Amazon, we experienced an initial cycle of commodity extraction and the expansion of the agricultural frontier, associated with the construction of the first roads radiating out from Brasília, such as the route to Belém do Pará, promoted in 1962 by President Juscelino Kubitschek, the Marginal de la Selva on the Andean mountain edge, and the Trans-Amazonian Highway running parallel to the Amazon River. The construction of these roads contributed to deforestation processes that intensified until they triggered a series of fires in the 1980s, which in turn-along with the economic recession of that same decade-slowed down infrastructure projects and accelerated environmental movements in Latin America.

For a short period, there was an attempt to correct course: people began to react, acknowledge mistakes, seek new alternatives, and discuss possibilities for sustainable development-not just “progress” or “developmentalism.” However, by August 2000, the IIRSA (6) was being promoted, repeating the pattern of errors from the most catastrophic stage of South American planning: the moment South America decided to follow the example of the great transcontinental US bioceanic highways (7), the most destructive chapter of planning was inaugurated. In the name of necessary interconnection, a network of roads was once again proposed-this time on a continental scale-which did not necessarily connect Amazonian communities at the relevant scale, but rather ensured articulation at the scale of global commodity trade, and did not take into account that the main means of multiscalar interconnection in the Amazon is fluvial. This unleashed a second hypercycle of commodity extraction and export, another socio-environmental disaster.

Now, after the fires of 2019 and every year since then-and I assure you, the fires of 2019 began in 2000-for the first time, I perceive a shock within the institutions. A kind of institutional paralysis. As if they were saying, “We don’t know what to do in the Amazon.” Because none of the planning tools we have, which have worked elsewhere in the world, which we have been taught to design and implement in universities, have worked here. The Amazon leaves you without tools. It’s a huge challenge. Everything we have learned as architects, urban planners, and even as landscape architects fails in the Amazon.

And I believe that the best reaction a conscious architect can have, aware of their limitations, is inaction: it is better to do nothing than to make the situation worse.

But when you come into contact with Amazonian nationalities, you realize that there are answers. They just weren’t the ones we imagined. And this is not a romantic idealization of the past-because they are there, they are modern, they are urban; simply, the only functional and “sustainable” models in the Amazon ultimately come from the original groups.

Optimistically, I see South America in a process of rediscovering its Amazonian peoples and nations, their sciences, their techniques, their worldview, and their cities, like São Gabriel da Cachoeira.

CS: I want to explore the relationship between these forms of knowledge-Amazonian and non-Amazonian-already present. I remember that at some point you acknowledged that you had interpreted the more or less spontaneous emergence of some Amazonian cities as urbanization events linked to oil infrastructure, but as your research progressed, you began to recognize that they were also the result of government plans related to agrarian reform and colonization programs of the last century (8). How were these agrarian reforms implemented and how did they relate to existing forms of land tenure?

AMDC: You have to understand what happened during that period-we were in the middle of the Cold War and communist groups were growing in Latin America. In the 1970s, the Andean region was indescribably asymmetrical. A small group of families had inherited the encomiendas, which later became large estates, while the rest of the population barely had any land. The concentration of enormous tracts of land in very few hands and the disturbing inequality were fertile ground for the growth of socialism and communism, which threatened US interests in the region, which, after the Cuban Revolution, already had a communist nation.

The United States implemented a policy of interventionism, counterinsurgency, and deployed military assistance programs, but also promoted economic development policies that required a change in land distribution. On the other hand, our states wanted to develop, industrialize, modernize, catch up with the technologies and economic systems that would allow them to be members of the “first world.” One response: agrarian reform and colonization. “Lands without men”-totally ignoring that these were lands inhabited by Amazonian nations-were opened for “men without land.”

The Amazon was used as a zone of social pacification to reduce the tensions generated by agrarian reform-because, of course, there was resistance to land redistribution by the landowning families, who were also part of the government in Brazil and the Andean countries-and the famines caused by droughts in the region. For example, in Ecuador, there was a severe drought in Loja, and many of the settlers in the Ecuadorian Amazon came from that area. The same happened in Peru, and in northeastern Brazil, where many Afro-Brazilians, also suffering from drought, became settlers. So, all of this converged: factors of international policy, internal policy of each state, climatic factors, colonization, and technology: the design and construction of roads, hydroelectric plants, and other modernization megaprojects.

The construction of roads was the fastest way to penetrate this region that remained “isolated” and “remote”-again, ignoring the Amazonian nations-and incorporate all these lands after the depression of the rubber boom. The first of this new type of road was the BR-010 Brasília–Belém do Pará (also known as Rodovia Belém–Brasília). From there, inspired by Brazil and led by Belaúnde (9), the Andean countries began to plan their own routes. Belaúnde proposed the Marginal de la Selva Highway, tracing a route parallel to the Pan-American Highway, but on the mountain edge, with a series of transverse interconnections in a ladder shape.

Mapa del río Ucayali, Perú, 1808-1812. Representación rectilínea de un río ondulado entre las tierras altas de los Andes y las bajuras de Iquitos. Fuente: © Hispanic Society of America. / Map of the Ucayali River, Peru, 1808-1812. Rectilinear depiction of an undulating river between the highlands of the Andes and the lowlands of Iquitos. Source: © Hispanic Society of America.

CS. What role do-if any-this colonization infrastructure without urbanization and its fluvial intelligence play in your understanding of “Amazonian urbanism”-a concept that reappears in your work as an architect, researcher, and teacher?

AMDC. When you start studying Amazonian urbanisms, you develop a phobia of highways. There is an evident correlation between highways, deforestation, and everything that implies the destruction of the ways of life of the nations living in that forest. These highways caused devastation in the Amazon.

But you have to distinguish between the Brazilian colonization infrastructure-associated with a type of urbanization, of rural urbanism-and the model of the Marginal de la Selva Highway, in which the road is built, the land is parceled out-even if much later-and the land colonizes itself. Once the road is open, people-the potential owners-arrive on their own, deforest, and settle on its flanks. The sale of lots and eventual taxes amortize the cost of the road. None of these infrastructures can be thought of separately from specific policies on property, financing, development, and even specific relationships with credit. Policies that, moreover, promote deforestation. Until the 1960s, land was not considered productive if at least thirty to fifty percent-and sometimes more-had not been deforested.

CS. Regarding how projects about the future continue to be conceptualized around the economic boom of the moment, you will soon publish The Future of Oil Boom Towns in Ecuadorian Amazonia, developed partly within a GSD workshop of the same title. What other imaginaries have influenced the students’ approaches to the Amazon? How have they understood those major projects that continue to be tested there as they conceptualize their own?

AMDC. The idea was to think about a phenomenon, but also to think about what its alternative could be. Let’s use the example of the road: if you look at it for the first time, you are alarmed and think it is a mistake, but the road is not per se a negative thing. The Amazon was crossed by roads. Historically, it is an impressive palimpsest.

Today, these roads can be studied, which have been documented in “archaeological zones” in Bolivia, Ecuador, and other countries using LiDAR technology. They were not one-meter-wide trails; they were roads several meters wide and kilometers long. We must not think that roads did not exist before our highways; the important thing is to understand why our routes are devastating and how they differed from these others. It is easy to see that our road infrastructure is linked to a very particular system of land ownership, subdivision, and privatization; it is associated with an agricultural model exogenous to the Amazon.

We have rethought the road from the perspective of Amazonian nations as a road along which chakras reappear, very rich polyculture systems that do not contain a single species, but fifty, sixty, or more. In Shuar territory, for example, you can see how new species are incorporated into this dynamic agroecological system: the cow is not necessarily in a pasture, it is a new member of the polyculture. The cow is a revealing species, since it did not exist in the Amazon centuries ago, like the pig, but I do not clear the forest to put it in a pasture; rather, it becomes part of my community of animals.

With the students, we began to reimagine the existing road as an original Amazonian path, as a road that connects communities, through which intense exchanges of goods and information are made possible, but not from the extractivist imagination of our modern states-“I need a road to get the gold out, I need a road to get the soy out, I need a road to get the açaí out”-but as roads that allow highly productive Amazonian communities to reciprocally exchange their products and knowledge.

Conceiving the road from such a different socio-bioeconomic perspective would force Amazonian governments to rethink private, public, and communal property. In the Amazon, privatization is directly linked to deforestation, with the exception of private forest reserves, a small percentage of privatized lands. As I mentioned before, the state’s vision tied that privatization, that appropriation, to deforestation: you were granted property titles if you made the land “productive.” And for the state, the easiest ways to corroborate that production were seeing pastures with cattle or a monoculture; but the state did not recognize the chakra as a productive system. If your plot did not have a certain percentage of pastures or cultivated fields, you lost your property rights. This even forced indigenous groups, such as the Kichwa and the Shuar of Ecuador, to partially deforest their lands to be able to claim their rights over them.

CS. These formulas for parceling and assigning titles and land uses are usually accompanied by visualization technologies. You previously mentioned the use of LiDAR to inspect the soil beneath the tree canopy. How have you thought about the role of aerial and satellite views?-For a long time, the Amazon was conquered from the air. How do you compare them with methodologies of student immersion with Amazonian nation groups?

AMDC: Great question. In fact, it’s interesting that the Amazon has never been fully conquered, neither by land nor by water.

Aerial photography is at the core of road planning, as well as oil and mining prospecting. The archives of South American governments are filled with aerial photographs related to the surveying of the region’s resources, but this same kind of imagery has also allowed archaeologists to rediscover the tremendous indigenous intervention in territories that were considered pristine. Pattern recognition in aerial photographs has confirmed, for example, that in Guayaquil, Bogotá, Quito, and many other places, there were raised field systems of enormous dimensions
(12). In one sense, aerial photography attempted to subjugate the Amazon; in another, the aerial view has allowed the continent to speak to us: “there is another way of being here.”

I had already had the opportunity to visit the Amazon with students, but until then we had not worked with indigenous participatory methodologies nor truly practiced immersion methodologies. This time, with a new group of students, we requested permission to visit the Siekoya Siekopai Remolino community and to share a process of jointly reimagining the territory
(13). They welcomed us and incorporated us into their communal life for a few days.

I believe that getting to know their animist relationship with the land up close, and not as a place for resource extraction, left a deep mark on the students. I don’t want to generalize too much, but something that the groups I have worked with share is a more-than-human socio-ecological logic of visualization and planning of the territory. Philippe Descola, referring to the Achuar, speaks of the society of nature-I prefer “community of nature.” It is a plural form of self-organization and planning in which everyone participates, including plants and animals. Trees and sacred plants are the great libraries of the Amazon. They contain the knowledge of the Light: they are the only ones capable of drinking it and translating their luminous wisdom into matter. Plants are powerful, intelligent, and possess agency. Without them, it is not possible to plan the territory, and this is something we need to incorporate into Western planning systems and methods. It’s not easy, since a secular, rationalist culture, for which nature is mere matter, must come to terms with another for which all members of the community of nature possess vision, intellect, and the right to participate in the co-creation and co-construction of the Living Territory (a term that indigenous movements use in opposition to the way mestizo and Western cultures treat territory as “dead” matter, an impossibility in the cyclical vision of time, within whose spiral logic there is no death without life nor life without death; they are two manifestations of the same continuity of existence).

Returning to our experience, based on absolute respect for each community’s autonomy to decide what, where, and when we would do things, we began our immersion with a ceremony involving two sacred plants, tobacco and yokó. Then we toured the Mother Chakra, which provided us with seeds and seedlings to plant in the commune. The students learned about the life cycle of the chakra; they learned to recognize plants by their seeds, bark, and leaves, their myths, and songs.

In the territory, they truly learned what an Amazonian chakra was. I noticed that the landscape architecture students quickly grasped what it was about; it took the architecture students longer to understand why the basic planning units had to be the chakra and the agrobiodiverse cocha. I think they weren’t used to starting an architecture and urbanism workshop from the biological, the vegetal, the animal, but our starting point was precisely the integrity of this agroecology. We planted and communally ate food from the chakra, but, to give an example, it took them a while before they could draw a chakra or a cocha, which is a type of aquatic polyculture-I think we ate a type of piranha that feeds on fruit trees planted in the cocha. This immersive experience was fundamental to understanding these technologies of landscape coexistence and polyculture, both terrestrial and aquatic, which were later reimagined in their designs.

Another sensitive experience was lodging in a dispersed manner. At first, the students thought we would stay concentrated in a single place or group, but over the days, we had alternating periods of gathering and dispersal. This changed their attention and allowed them to learn the rhythms of those two moments, to the point that it encouraged some students to make an effort to deeply understand the systems of river ports and microports, the types of canoes, and how all this integrates with different types of routes.

CS. How have you related to the idea of the “failed plan” in your essays about the future of the Amazon? Do you see yourselves joining the “cemetery of planning”?

AMDC: I perceive a very strong generational change. I would say that 20 or 30 years ago, talking about these topics [in architecture schools] was very marginal-and perhaps that’s why I’m personally interested in the Jesuits, who went to extreme or “marginal” geographies from the perspective of monarchical power and its centralization. Now I see that these remote places, in a context of climate change, have become central when thinking about the future. In my case, I can no longer teach in the same way-and I no longer want to teach in the same way. But that does not mean we have approached the idea of the failed plan. No. A valuable reflection that resulted from this workshop with GSD gave a twist to the imagination of the Amazonian economy: if before we had the imposition of a top-down economic planning that exerts great pressure on the territory to extract value, in our immersion we rather asked ourselves what possible economies emanate from the chakra and the cocha... that is, not the economies of monoculture, nor of the oil well, nor of the mine, but the community sociobioeconomies of the chakra, of their spatial forms and their particular requirements. What kind of roads do they need? Where do they go? Whom do they connect? How? Are there places where matter is processed, or will we continue to be exporters of raw materials? If we can speak in eco-industrial terms, what would the industry of chakra polyculture look like? Something interesting was that the students began to speculate intensely about the relationship of the spatial dimensions of existing chakras with their designs and with very creative proposals that come precisely from the field of economics (financial experiments, community currency issuances) as alternatives to the spatial-economic relationships of soy, African palm, or any other monoculture.

CS. Do you imagine any of the essays in development-and that will probably also yield to the Amazon and end up as ruins-...

AMDC. They already are!

CS. ...being exhumed in the future and once again participating in the unfinished project of the Amazon?

AMDC: I suppose there is something beautiful in the fact that this exhumed knowledge is found everywhere. The Amazon is full of ruins...

A project that seems to be a new wake-up call-an “iya basta!”-is that of the Millennium Cities in Ecuador
(14). In just over 10 years, in the Millennium City of Pañacocha, you can already see how the streets of the new American-style suburbs undulate and sink into the waterlogged jungle soil and how the houses become moldy and deteriorate from the humidity. It is yet another example of South American politicians’ obsession with modernizing and urbanizing the jungle as if it were in the temperate zones of the planet or the Andes.

I am overcome by a feeling of exasperation... I have seen cycles of the same failed projects repeat and repeat in the history of the Amazon. I believe the only way to prevent this from continuing is to indigenize design. Some young architects are doing this very well; they are working with Amazonian vernacular technologies and materials and learning to adjust to the times and dynamics of the Amazon, where houses, villages, and rivers move; everything moves. The jungle requires other theories of design, and that is why the Amazon has interested me so much.

When you study the history of planning and design projects in the Amazon, you realize that the entire catastrophe in Brazil was designed, not only in its morphological sense but also in terms of its public policies, property, and, in addition, in an axiological sense: in the construction of its value systems... let’s say, in an ontology of value. I think my entire thesis has been trying to respond to this, and I think the places where I have found the best answers have been Amazonian archaeology, ethnohistory, and ethnobotany, and in the mentors I have found in various communities, who have taught me how the jungle and the Amazon think and perpetuate themselves in cycles that dance the spirals of time, as tobacco smoke does.

I want to name my teachers, whose knowledge can only be honored by the power of their own voice, bearer of deep wisdom and empirical intelligence that I am unable to convey with the splendor they deserve: María Clara Sharupi Juá, Fernando Huambutzereque, Manuela Omari Ima, Romelia Papue Mayancha, Yadira Ocoguaje, Fanny Piaguaje, Colón Piaguaje, José Narvaez Andy, Mayra Shiguango, Jiovany Ribadeneyra, Teresa Shiki. In literary and telecommunications relation, I am indebted to Davi Kopenawa, Ailton Krenak, and Francisco Apurina. Special thanks to my friend Fabiano Kueva, who taught me to work and co-create in community.


Notas

1 Término colectivo para las especias extraídas del “gran desierto” del norte de Brasil, y que no existían en Europa, entre las que sobresalen la canela, pimienta, vainilla, el clavo de olor y la castaña.

2  El Marqués de Pombal, primer ministro del rey José I (1750-1777), fue un déspota ilustrado que promovió el racionalismo en los lineamientos urbanísticos, incluidos los puertos que desplegó en el río Amazonas. Bajo su mandato se acentuó el monopolio comercial de los productos brasileños y el sistema mercantilista y se creó la Companhia Geral de Comércio do Grão-Pará e Maranhão.

3  Ana María Durán Calisto, “The Deep History of Amazonian Agroecological Urban Forests: Why Do They Matter Today?” Graduate School of Design, Harvard University, 9 de febrero de 2023. La primera caracterización de la Amazonía como un cementerio de la planificación de la que tengo conocimiento es de Erazo, Juliet S. Governing indigenous territories: enacting sovereignty in the Ecuadorian Amazon. Duke University Press, 2013.

4 Hecht, Susanna B. The Scramble for the Amazon and the Lost Paradise of Euclides da Cunha. Chicago, Illinois: The University of Chicago Press, 2013.

5 Casement, Roger. Roger Casement’s Diaries – 1910: The Black & the White. Londres: Pimlico, 1997. Casement, Roger. The Amazon Journal of Roger Casement. Londres: Anaconda, 1997.

6 Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, una iniciativa gubernamental internacional dedicada a la discusión, planificación y desarrollo de infraestructura vial, energética y de comunicaciones.

7 U.S. Interstate Highway System, antes conocido como Dwight D. Eisenhower National System of Interstate and Defense Highways, autorizado bajo el Federal-Aid Highway Act de 1956, y convertido en ley por el propio Presidente Eisenhower ese mismo año.

8 Ana María Durán Calisto, “The Deep History of Amazonian Agroecological Urban Forests: Why Do They Matter Today?”

9 Fernando Belaúnde Terry, Presidente de Perú en dos periodos (1963-1968 y 1980-1985) y arquitecto por la Universidad de Texas en Austin (UT Austin).

10 “Hace unos 30 años hablamos de una filosofía vial. Una filosofía vial por la cual ya no se trataba de unir con el menor recorrido el origen y el destino, la Ciudad A con la Ciudad B, sino hacer el recorrido necesario —y a veces el mayor recorrido— con la finalidad de incorporar más tierras cultivables. Ya no era necesario que el origen fuera una ciudad y el destino otra ciudad, porque el origen que nosotros proponíamos era la tierra, y el destino la tierra. Las ciudades no eran madres del camino, sino vendrían a resultar hijas del camino, resultado de lo que llamamos la vialidad colonizadora. A estos principios responde el proyecto de la Marginal de la Selva. Pero no se trata solamente de un camino, sino de todo un sistema, de una serie de proyectos de desarrollo que giran en torno a la vía.” Belaúnde Terry, Fernando. “B71 Informe sobre los avances de la Marginal de la Selva.” 1959. Archivo Histórico de Acción Popular.

11 La forma “lógica fluvial” es empleada en Ana María Durán Calisto, “The Deep History of Amazonian Agroecological Urban Forests: Why Do They Matter Today?”

12 También conocidos como Waru Waru, los camellones (raised fields) son elevaciones de tierra en forma de surcos y camas de tierra empleados en la siembra en sitios que requieren mejorar el drenaje de los suelos saturados con agua. 

13 Ver próximamente el capítulo Immersion as a Tool for Participation - Indigenous Methodologies in Amazonian Planning, en Durán Calisto, Ana María. The Future of Oil Boom Towns in Ecuadorian Amazonia. Cambridge, Massachusetts: Harvard Design Press.

14 También conocidas como Comunidades del Milenio o Ciudades del Desarrollo, son ciudades impulsadas por el gobierno del Presidente Rafael Correa (2007-2017) e inauguradas en 2013 y 2014 con el objetivo de “fomentar el desarrollo socioeconómico regional y la descentralización” en el territorio ecuatoriano.

Notes

1 Collective term for the spices extracted from the “great desert” of northern Brazil, which were unknown in Europe, including cinnamon, pepper, vanilla, clove, and Brazil nut.

2  The Marquis of Pombal, Prime Minister to King Joseph I (1750–1777), was an enlightened despot who promoted rationalism in urban planning, including the port infrastructure along the Amazon River. During his administration, the commercial monopoly over Brazilian products and the mercantilist system were reinforced, and the Companhia Geral de Comércio do Grão-Pará e Maranhão was established.

3  Ana María Durán Calisto, “The Deep History of Amazonian Agroecological Urban Forests: Why Do They Matter Today?” Graduate School of Design, Harvard University, 9 de febrero de 2023. La primera caracterización de la Amazonía como un cementerio de la planificación de la que tengo conocimiento es de Erazo, Juliet S. Governing indigenous territories: enacting sovereignty in the Ecuadorian Amazon. Duke University Press, 2013.

4 Hecht, Susanna B. The Scramble for the Amazon and the Lost Paradise of Euclides da Cunha. Chicago, Illinois: The University of Chicago Press, 2013.

5 Casement, Roger. Roger Casement’s Diaries – 1910: The Black & the White. Londres: Pimlico, 1997. Casement, Roger. The Amazon Journal of Roger Casement. Londres: Anaconda, 1997.

6 Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, una iniciativa gubernamental internacional dedicada a la discusión, planificación y desarrollo de infraestructura vial, energética y de comunicaciones.

7 U.S. Interstate Highway System, antes conocido como Dwight D. Eisenhower National System of Interstate and Defense Highways, autorizado bajo el Federal-Aid Highway Act de 1956, y convertido en ley por el propio Presidente Eisenhower ese mismo año.

8 Ana María Durán Calisto, “The Deep History of Amazonian Agroecological Urban Forests: Why Do They Matter Today?”

9 Fernando Belaúnde Terry, Presidente de Perú en dos periodos (1963-1968 y 1980-1985) y arquitecto por la Universidad de Texas en Austin (UT Austin).

10 “Hace unos 30 años hablamos de una filosofía vial. Una filosofía vial por la cual ya no se trataba de unir con el menor recorrido el origen y el destino, la Ciudad A con la Ciudad B, sino hacer el recorrido necesario —y a veces el mayor recorrido— con la finalidad de incorporar más tierras cultivables. Ya no era necesario que el origen fuera una ciudad y el destino otra ciudad, porque el origen que nosotros proponíamos era la tierra, y el destino la tierra. Las ciudades no eran madres del camino, sino vendrían a resultar hijas del camino, resultado de lo que llamamos la vialidad colonizadora. A estos principios responde el proyecto de la Marginal de la Selva. Pero no se trata solamente de un camino, sino de todo un sistema, de una serie de proyectos de desarrollo que giran en torno a la vía.” Belaúnde Terry, Fernando. “B71 Informe sobre los avances de la Marginal de la Selva.” 1959. Archivo Histórico de Acción Popular.

11 La forma “lógica fluvial” es empleada en Ana María Durán Calisto, “The Deep History of Amazonian Agroecological Urban Forests: Why Do They Matter Today?”

12 También conocidos como Waru Waru, los camellones (raised fields) son elevaciones de tierra en forma de surcos y camas de tierra empleados en la siembra en sitios que requieren mejorar el drenaje de los suelos saturados con agua. 

13 Ver próximamente el capítulo Immersion as a Tool for Participation - Indigenous Methodologies in Amazonian Planning, en Durán Calisto, Ana María. The Future of Oil Boom Towns in Ecuadorian Amazonia. Cambridge, Massachusetts: Harvard Design Press.

14 También conocidas como Comunidades del Milenio o Ciudades del Desarrollo, son ciudades impulsadas por el gobierno del Presidente Rafael Correa (2007-2017) e inauguradas en 2013 y 2014 con el objetivo de “fomentar el desarrollo socioeconómico regional y la descentralización” en el territorio ecuatoriano.