Geografías extractivistas y la reconfiguración del territorio. 

Extractivist Geographies and the Reconfiguration of Territory

El extractivismo convierte el espacio en una mercancía, moldeando el territorio según las necesidades del capital, desde esta perspectiva, no hablamos simplemente de áreas de explotación, sino espacios de disputa (Harvey 2004, 2007) entre diferentes visiones de desarrollo.

Al hablar de extractivismo, en cualquier parte del planeta, hay que plantearse en un marco más amplio al modelo económico, ya que también es una forma de desarrollar relaciones territoriales (1) (en distintas escalas) basadas en la acumulación por desposesión,  que genera profundas heridas en el tejido social y ecológico del planeta, por lo que explorar las posibilidades de transición hacia un modelo que apunte a la reducción de la dependencia extractiva y la promoción de una alternativa sostenible, desde un enfoque territorial y social se hace necesario.

El Arco Minero del Orinoco (AMO) es un ejemplo paradigmático de cómo el extractivismo ha transformado un territorio rico en vida, en un paisaje degradado. Las cifras evidencian la magnitud de esta degradación (2), pero más allá de los datos, lo que realmente está en juego es la vida misma: comunidades indígenas desplazadas, ecosistemas fracturados, un clima cada vez más impredecible, corrupción de las lógicas de convivencia, desregulación financiera, intervenciones coercitivas (3) y la dependencia de mercados globales.

Se argumenta que la superación del extractivismo no implica simplemente el abandono de la actividad minera, sino la construcción de nuevas formas de organización socioeconómica y espacial, esto implica identificar, desde distintas miradas, las condiciones necesarias y los desafíos que enfrenta la ruta hacia el post-extractivismo. Para analizarlo sostendremos la mirada en tres enfoques: la geografía humana, el desarrollo endógeno y el posibilismo geográfico. Estos marcos teóricos nos permiten analizar no solo los impactos del extractivismo, sino también las alternativas que emergen desde las comunidades y sus territorios; como señala Arturo Escobar el post-extractivismo no es una utopía, sino una necesidad urgente (Escobar, 2012).

Sobre la geografía humana y el post-extractivismo. 

La geografía humana nos invita a entender cómo las transformaciones territoriales afectan a las personas y sus formas de vida. El bosque amazónico da cuenta de ello, al ser un modelado del paisaje (Clement et al., 2024) a través de prácticas de creación y modificación, una mixtura de interacciones humanas y no humanas que han dado forma su historia, promoviendo la biodiversidad y generando coexistencia. El extractivismo por su parte tiende a homogeneizar el territorio, convirtiendo paisajes diversos en zonas de explotación uniforme, implicando la destrucción de ecosistemas complejos, generando desarrollos desiguales a partir de la producción capitalista del espacio y destruyendo redes sociales y culturales.

El modelo post-extractivista debe aprender a enfrentarse a resistencias desde abajo y no solo a imponer su lógica desde arriba. Reconocer las capacidades locales para gestionar y transformar sus recursos, y entender que los territorios no son pasivos, sino espacios de mediación donde se disputan diferente visiones de desarrollo (4). La apropiación, explotación y abandono, a expensas de las comunidades locales y los ecosistemas, crean geografías de exclusión y marginación (Harvey, 2003), y niega la continuidad de los territorios.

Sobre el desarrollo endógeno y el post extractivismo.

Como señala Vidal de la Blache (1903), el ser humano no es un mero espectador de su entorno, sino un agente capaz de transformarlo de manera creativa; invitándonos a pensar en alternativas que surjan desde las propias comunidades, en lugar de imponer soluciones externas. El desarrollo endógeno propone un modelo basado en las capacidades y recursos locales, en contrabalance a la dependencia de mercados globales y a las relaciones de poder asimétricas -entre países y dentro de las propias sociedades-.

El modelo rentista que se ha consolidado en el AMO a partir del extractivismo, ha hecho que las lógicas de desarrollo occidental definan las formas de pensar (o no pensar) el territorio y el proceder de explotación territorial (5). La razón por la que sectores del Amazonas y otras regiones tropicales, se encuentran altamente conservada en términos ecológicos, está irrefutablemente ligada a la gestión comunidades indígenas locales, lo que sugiere que un modelo alternativo para el AMO debe integrar estos conocimientos ancestrales en políticas de uso racional del territorio (6).  

Martínez Alier (2002) (7) analiza cómo las comunidades locales resisten el extractivismo y la destrucción ambiental, utilizando lenguajes de valoración alternativos que no se limitan a criterios económicos, sino que incluyen el derecho a la tierra, la identidad cultural y la justicia ecológica; esto no significa romantizar el Amazonas y los recursos ecológicos, sino reconocer que el costo ambiental del desarrollo no debe ser externalizado, que la explotación intensiva de recursos genera conflictos ecológico-distributivos, y que el metabolismo social del extractivismo es insostenible a largo plazo.

Es importante reconocer además que la Amazonía, representa un enorme símbolo utópico de sustento planetario, y en tanto símbolo utópico puede presentarse distante, intocable y para muchos invisible, lo que significa que la construcción de un vínculo de cuidado, protección y cohabitación responsable con este importante símbolo natural, puede llegar a ser imposible para agentes mundiales que no han cohabitado la Amazonía, lo que refuerza la necesidad de involucrar saberes locales.

Geografía y posibilidad: desarrollos territoriales viables. 

El posibilismo geográfico, desarrollado por Paul Vidal de la Blache, sostiene que el entorno natural no determina de manera absoluta las formas de organización social, sino que ofrece un conjunto de posibilidades que los agentes pueden aprovechar según sus capacidades, conocimientos y necesidades. Esto implica que, si bien el extractivismo ha dejado profundas huellas en la región, existen posibilidades reales de reconfigurar el espacio en función de nuevos modelos productivos.

El problema, según David Harvey (2004), es que el capitalismo neoliberal impone una lógica territorial centrada en la explotación de recursos, marginando alternativas viables. Sin embargo, el posibilismo indica que existen múltiples opciones para transformar el territorio, siempre que se dispongan las condiciones adecuadas.

La reorganización del territorio sólo es viable si existe un marco de gobernanza descentralizado, esto implica: otorgar derechos territoriales plenos a comunidades indígenas y locales, crear mecanismos de participación efectiva en la toma de decisiones ambientales y fomentar sistemas de autogestión territorial, evitando la imposición de proyectos extractivistas desde el Estado.

Los territorios degradados por la actividad humana no deben entenderse como espacios perdidos, sino como entornos en los que es posible construir nuevas relaciones entre especies y agentes, transitando hacia ecosistemas mestizos (G. Visconti Stopello comunicación personal, 2024), esto significa reconocer las dinámicas ecológicas preexistentes y fomentar interacciones regenerativas. 

Cualquier transición post-extractivista debe partir de un enfoque que integre las dinámicas naturales y culturales, permitiendo la reconfiguración del espacio desde el reconocimiento de que nuestro entorno no es un ente pasivo, sino un actor que nos constituye Astrida Neimanis (2024).

A modo de conclusión. 

El Arco Minero del Orinoco es un territorio herido, pero no está condenado al colapso. Un escenario post-extractivista favorable es posible, pero debe basarse en la organización de movimientos sociales, la soberanía territorial y el fortalecimiento de alternativas económicas; Planteandonos estrategias de desmercantilización de la vida (control comunitario de recursos esenciales), modelos de desarrollo post-capitalista centrados en la sostenibilidad y la equidad, y creación de alianzas internacionales entre movimientos sociales. 

Sin embargo como plantea Svampa (2019)  el extractivismo no se supera de la noche a la mañana, sino que requiere una transición progresiva basada en un cambio en la gobernanza territorial, el fortalecimiento de economías locales y  estrategias de restauración ecológica, combinadas con innovación tecnológica y conocimiento indígena.

La posibilidad de un futuro post-extractivista depende de las decisiones políticas y sociales que se tomen hoy. Tal como indica Harvey, la lucha por el territorio es una lucha de poder, y el Arco Minero del Orinoco tiene la posibilidad de convertirse en un referente de resistencia y transición hacia modelos alternativos. El desafío está en manos de las comunidades, los movimientos sociales y las decisiones gubernamentales que definirán si el territorio será visto como un espacio de saqueo o como un espacio de vida.

Superar el extractivismo no significa abandonar el territorio, sino redefinirlo en función de modelos de vida que respeten la interdependencia entre humanos y naturaleza. El futuro del Orinoco dependerá de la capacidad de construir nuevas formas de habitar y producir, en un mundo que demanda respuestas urgentes. Como señala Anna Tsing (2021), “en las ruinas del capitalismo, también hay semillas de esperanza”.

Extractivism turns space into a commodity, shaping territory according to the needs of capital. From this perspective, we are not simply talking about areas of exploitation, but rather spaces of dispute (Harvey 2004, 2007) between different visions of development.

When discussing extractivism anywhere on the planet, it is necessary to consider a broader framework than just the economic model, since it is also a way of developing territorial relations (1) (at different scales) based on accumulation through dispossession. This process causes deep wounds in the social and ecological fabric of the planet. Therefore, exploring possibilities for transition toward a model aimed at reducing extractive dependency and promoting a sustainable alternative, from a territorial and social approach, becomes necessary.

The Orinoco Mining Arc (AMO) is a paradigmatic example of how extractivism has transformed a territory rich in life into a degraded landscape (2). The figures demonstrate the magnitude of this degradation, but beyond the data, what is truly at stake is life itself: displaced indigenous communities, fractured ecosystems, an increasingly unpredictable climate, corruption of social coexistence logics, financial deregulation, coercive interventions (3), and dependence on global markets.

It is argued that overcoming extractivism does not simply mean abandoning mining activity, but rather building new forms of socioeconomic and spatial organization. This involves identifying, from different perspectives, the necessary conditions and challenges faced on the path toward post-extractivism. To analyze this, we focus on three approaches: human geography, endogenous development, and geographical possibilism. These theoretical frameworks allow us to analyze not only the impacts of extractivism but also the alternatives emerging from communities and their territories. As Arturo Escobar points out, post-extractivism is not a utopia but an urgent necessity (Escobar, 2012).

On Human Geography and Post-Extractivism

Human geography invites us to understand how territorial transformations affect people and their ways of life. The Amazon rainforest exemplifies this, being a shaped landscape (Clement et al., 2024) through practices of creation and modification-a mixture of human and non-human interactions that have shaped its history, promoted biodiversity, and generated coexistence. Extractivism, on the other hand, tends to homogenize territory, turning diverse landscapes into uniform exploitation zones, destroying complex ecosystems, generating uneven development based on capitalist production of space, and destroying social and cultural networks.

The post-extractivist model must learn to confront resistance from below rather than merely imposing its logic from above. It must recognize local capacities to manage and transform resources and understand that territories are not passive but spaces of mediation where different development visions are contested (4). Appropriation, exploitation, and abandonment at the expense of local communities and ecosystems create geographies of exclusion and marginalization (Harvey, 2003) and deny the continuity of territories.

On Endogenous Development and Post-Extractivism

As Vidal de la Blache (1903) notes, humans are not mere spectators of their environment but agents capable of creatively transforming it, inviting us to think of alternatives emerging from the communities themselves rather than imposing external solutions. Endogenous development proposes a model based on local capacities and resources, counterbalancing dependence on global markets and asymmetric power relations-both between countries and within societies.

The rentier model consolidated in the AMO through extractivism has led Western development logics to define how the territory is thought about (or not) and exploited (5). The reason why parts of the Amazon and other tropical regions remain highly ecologically conserved is irrefutably linked to the management by local indigenous communities, suggesting that an alternative model for the AMO must integrate this ancestral knowledge into rational land-use policies (6).

Martínez Alier (2002) (7) analyzes how local communities resist extractivism and environmental destruction by using alternative valuation languages that go beyond economic criteria to include land rights, cultural identity, and ecological justice. This does not romanticize the Amazon or ecological resources but recognizes that the environmental cost of development should not be externalized, that intensive resource exploitation generates ecological-distributive conflicts, and that the social metabolism of extractivism is unsustainable in the long term.

It is also important to recognize that the Amazon represents a vast utopian symbol of planetary sustenance. As a utopian symbol, it can appear distant, untouchable, and invisible to many, making the construction of a bond of care, protection, and responsible coexistence with this vital natural symbol potentially impossible for global agents who have not cohabited the Amazon. This reinforces the need to involve local knowledge.

Geography and Possibility: Viable Territorial Developments

Geographical possibilism, developed by Paul Vidal de la Blache, holds that the natural environment does not absolutely determine social organization but offers a set of possibilities that agents can exploit according to their capacities, knowledge, and needs. This means that although extractivism has left deep marks on the region, there are real possibilities to reconfigure space based on new productive models.

The problem, according to David Harvey (2004), is that neoliberal capitalism imposes a territorial logic focused on resource exploitation, marginalizing viable alternatives. However, possibilism indicates that multiple options exist to transform territory, provided the right conditions are met.

Territorial reorganization is only viable if there is a decentralized governance framework, which implies granting full territorial rights to indigenous and local communities, creating mechanisms for effective participation in environmental decision-making, and fostering territorial self-management systems, avoiding the imposition of extractivist projects by the state.

Territories degraded by human activity should not be seen as lost spaces but as environments where new relationships between species and agents can be built, moving toward hybrid ecosystems (G. Visconti Stopello, personal communication, 2024). This means recognizing preexisting ecological dynamics and fostering regenerative interactions. Any post-extractivist transition must start from an approach that integrates natural and cultural dynamics, allowing space reconfiguration based on the understanding that our environment is not a passive entity but an actor that constitutes us (Astrida Neimanis, 2024).

Conclusion

The Orinoco Mining Arc is a wounded territory but not doomed to collapse. A favorable post-extractivist scenario is possible but must be based on the organization of social movements, territorial sovereignty, and the strengthening of economic alternatives. Strategies should include the decommodification of life (community control of essential resources), post-capitalist development models focused on sustainability and equity, and the creation of international alliances among social movements.

However, as Svampa (2019) points out, overcoming extractivism is not an overnight process but requires a gradual transition based on changes in territorial governance, strengthening local economies, and ecological restoration strategies combined with technological innovation and indigenous knowledge.

The possibility of a post-extractivist future depends on political and social decisions made today. As Harvey indicates, the struggle for territory is a struggle for power, and the Orinoco Mining Arc has the potential to become a reference point for resistance and transition toward alternative models. The challenge lies with communities, social movements, and government decisions that will determine whether the territory is seen as a space of plunder or a space of life.

Overcoming extractivism does not mean abandoning the territory but redefining it based on life models that respect the interdependence between humans and nature. The future of the Orinoco will depend on the capacity to build new ways of inhabiting and producing in a world that demands urgent responses. As Anna Tsing (2021) notes, "in the ruins of capitalism, there are also seeds of hope."


Notas

1 David Harvey, 2004, en  El nuevo imperialismo, trata la dialéctica entre "lógica territorial" y "lógica del capital": La lógica del capital busca la expansión incesante del mercado y la acumulación de riqueza. La lógica territorial se refiere al control estatal y geopolítico sobre espacios estratégicos. Ambas lógicas, aunque a veces en conflicto, trabajan en conjunto para sostener la hegemonía del capitalismo global.

2  SOS Orinoco (s.f.). Informes sobre el Arco Minero del Orinoco, detalla los impactos socioambientales de la minería en el Orinoco y los desafíos actuales.

3  David Harvey, en su artículo "El neoliberalismo como destrucción creativa", señala que "poderosos intereses inevitablemente deformarán e influenciarán las intervenciones del Estado (particularmente en las democracias) para su propio beneficio". 

4 “el espacio no es solo un contenedor de relaciones sociales, sino un campo de batalla donde se disputan distintos proyectos de futuro” (Massey, 2005)

5 Escobar (2012) plantea que las transiciones post-extractivistas requieren superar la lógica del desarrollo occidental, abriendo paso a formas de producción y convivencia sustentables, esto implica potenciar economías comunitarias que respeten los ciclos ecológicos y generen autonomía territorial.

6 Denevan (1992) plantea que el Amazonas y otras regiones tropicales han sido históricamente gestionadas por comunidades indígenas de manera sustentable. 

7 En El ecologismo de los pobres, Joan Martínez Alier argumenta que la lucha ambiental no es exclusiva de los países desarrollados ni de las élites urbanas, sino que las comunidades más vulnerables, especialmente en el Sur Global, han sido históricamente las principales defensoras del medio ambiente. A diferencia del ecologismo clásico, que se enfoca en la conservación y el desarrollo sostenible, el ecologismo de los pobres surge de conflictos socioambientales vinculados a la extracción de recursos naturales y la degradación ecológica.

Notes

1 David Harvey, 2004, in The New Imperialism, discusses the dialectic between "territorial logic" and "capital logic": The logic of capital seeks the incessant expansion of the market and the accumulation of wealth. Territorial logic refers to state and geopolitical control over strategic spaces. Both logics, although sometimes in conflict, work together to sustain the hegemony of global capitalism.

2  SOS Orinoco (n.d.). Reports on the Orinoco Mining Arc detail the social and environmental impacts of mining in the Orinoco and the current challenges.

3  David Harvey, in his article "Neoliberalism as Creative Destruction," points out that "powerful interests will inevitably distort and influence state interventions (particularly in democracies) for their own benefit."

4 "space is not just a container of social relations, but a battleground where different future projects are contested" (Massey, 2005).

5 Escobar (2012) argues that post-extractivist transitions require overcoming the logic of Western development, paving the way for forms of production and coexistence that are sustainable. This implies strengthening community economies that respect ecological cycles and generate territorial autonomy.

6 Denevan (1992) argues that the Amazon and other tropical regions have historically been managed sustainably by indigenous communities.

7 In The Environmentalism of the Poor, Joan Martínez Alier argues that environmental struggle is not exclusive to developed countries or urban elites; rather, the most vulnerable communities, especially in the Global South, have historically been the main defenders of the environment. Unlike classical environmentalism, which focuses on conservation and sustainable development, the environmentalism of the poor arises from socio-environmental conflicts linked to the extraction of natural resources and ecological degradation.

Referencias

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    Haraway, D. (2019). Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Consonni.

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References

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